
El 20 de octubre de 2011 una oleada de alegría inundó los corazones de la ciudadanía vasca sin distinción de ideologías. ETA había declarado su decisión unilateral de abandonar de una vez y para siempre la actividad armada. El momento que nunca veíamos cerca, a veces ni siquiera posible, se hizo de pronto realidad. Ese día todos éramos conscientes de que una vez dejada atrás la violencia habría que trabajar inteligentemente para encaminarnos en la búsqueda de la reconciliación social, de manera que el clima de paz se consolidara definitivamente en nuestro pueblo.
Año y medio después da la sensación de encontrarnos en una encrucijada mientras la mayoría de la ciudadanía aprieta los dientes intentando pensar que, a pesar de las señales preocupantes que se atisban, la incertidumbre será pasajera y no volveremos atrás.
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